Al fin del mundo: el viaje científico que busca salvar la fauna antártica

Con la expedición, motorizada por Greenpeace, se busca crear un santuario, el área protegida más grande del mundo, en el Mar de Weddell para reducir el impacto de la pesca indiscriminada; explorar la vida bajo el agua es otra de las metas.

Con la expedición, motorizada por Greenpeace, se busca crear un santuario, el área protegida más grande del mundo, en el Mar de Weddell para reducir el impacto de la pesca indiscriminada; explorar la vida bajo el agua es otra de las metas.

 
Mar de Weddell, a bordo del Arctic Sunrise. La creación del área protegida más grande del mundo, un santuario marino de 1,8 millones de kilómetros cuadrados en el Mar de Weddell de la Antártida, es el objetivo de la nueva campaña de Greenpeace . Este santuario protegerá a pingüinos, ballenas y otros mamíferos de la zona de la pesca desenfrenada de krill, un crustáceo no más grande que un dedo meñique que asegura la supervivencia de las especies de la Antártida.

Frente a esta amenaza, la ONG ambientalista pide a los gobiernos miembros de la Comisión del Océano Antártico -entre los que se encuentran la Argentina y Chile- que voten a favor de la creación del santuario en esta región, y emprendió una expedición a la Antártida, de la que participa LA NACION, en el rompehielos Arctic Sunrise para recabar datos científicos con un minisubmarino tripulado. El actor español ganador de un Oscar Javier Bardem , es la cara visible de la campaña, que empezó en Punta Arenas (Chile) y aún continúa en las heladas aguas de la Antártida.

“Me preocupa el tema de la fatiga con el cambio climático. Ayer mismo hablaban del Ártico y de la rapidez con que se están deshaciendo los glaciares allí. Es mucho más de lo que asumían hace unos años”, señala Bardem, que, ayer descendió en un submarino al lecho del mar.

El santuario en el Mar de Weddell fue propuesto por la Unión Europea. Por su parte, la Argentina y Chile presentaron otro proyecto para crear un santuario en el Estrecho de Gerlache, del lado occidental de la península antártica. En tanto, Greenpeace abogará por la aprobación de los dos en octubre en la reunión de la comisión, porque la zona del Mar de Weddell es más grande, pero en el Estrecho de Gerlache hay mucha pesca.

Lo que se busca, según la doctora alemana en biología marina Sandra Schottner, es generar un “efecto dominó” para proteger toda la región. Ya existe un santuario en el Mar de Ross, al sur de Nueva Zelanda.

Las decisiones se toman por consenso, por lo que todos los países miembros deberían estar de acuerdo durante la próxima reunión de la organización internacional. Pese a esto, la politóloga sueca Frida Bengtsson, líder de la misión, confía en que el santuario será una realidad. Lo mismo opina el biólogo marino estadounidense John Hocevar, uno de los tripulantes del minisubmarino.

El especialista cuenta que Noruega se opone firmemente al proyecto y que tal vez lo hagan China y Rusia, países que, según señala, tienen fuertes intereses económicos en la región. Si el acuerdo no prospera, afirma Hocevar con convicción, “Greenpeace seguirá luchando”.

En la década de 1950, el Tratado de la Antártida aseguró que el continente se conservase para “la paz y la ciencia”. En la década de 1980, cuando las compañías mineras y petroleras miraban con deseo los depósitos de minerales y petróleo bajo la zona, un movimiento mundial creó el Parque Mundial de la Antártida para detener a estas empresas. El movimiento culminó en 1991, y su legado es claro: las industrias extractivas están prohibidas en toda la masa terrestre del continente.

Capitán frío

El tucumano Daniel Rizzotti, de 51 años era el único argentino del barco Arctic Sunrise hasta la llegada de LA NACION. Hincha de Boca nacido en la ciudad de Yerba Buena, Daniel es el experto en hielo que asesora al capitán sobre cuál es la ruta más conveniente para navegar. Con una sonrisa, indica que de la Antártida le sorprende su belleza y su biodiversidad.

Según él, la fauna de este lugar está en peligro. “Si les sacamos el krill, que es lo primero en la cadena alimenticia, los pingüinos van a migrar. Son colonias que van a desaparecer. Las ballenas también se alimentan del krill y las orcas de pingüinos y lobos marinos. Por eso es importante crear estas áreas protegidas”, afirma Rizzotti. El santuario que Greenpeace busca crear en el Mar de Weddell sería un refugio para la fauna marina, y equivale a la superficie de la Patagonia argentina.

La expedición a la Antártida permitió que, por primera vez, científicos visiten el fondo del Mar de Weddell y obtengan imágenes únicas. Para eso se usó un minisubmarino de Greenpeace, en el que apenas caben dos personas, un tripulante y un científico.

La doctora australiana Susanne Lockhart, especialista en ecosistemas marinos, es una de las científicas que bajó en el minisubmarino. Aclara que no llegó hasta donde pretendían por cuestiones climáticas, pero que estuvieron cerca. Ella descendió hasta los 410 metros de profundidad de un mar con una temperatura bajo cero, llevando las fotos de sus cuatro hijos en el celular.

“Vi un lugar lleno de vida, 100% cubierto de una gran diversidad. Fue realmente interesante hablar con gente que trabaja en lo mismo en áreas más tropicales ya que no podían creer los animales que hay”, cuenta Lockhart. “Vi corales, estrellas de mar, lirios de mar, esponjas de diferentes colores, naranja, rosa, muy lindas. Es mucho más colorido en el fondo del mar que en la superficie de la Antártida. No es todo blanco y gris”, afirma la experta, que dice que su vida está en manos del tripulante que la acompaña, John.

La vida a bordo

En el Arctic Sunrise hay tripulantes de España, Dinamarca, Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Finlandia, Suecia, Alemania, Irlanda, Bulgaria, Italia, Australia, Nueva Zelanda, los Estados Unidos, Canadá, la Argentina, Brasil, India, Sudáfrica y Filipinas.

Son 36 personas absolutamente diversas que, en general, dialogan en inglés. Si bien existe una jerarquía, el trato es horizontal: cada uno debe lavar sus platos y hacer tareas domésticas para que todo esté en orden. Los camarotes tienen una cama marinera donde duermen dos personas. Los invitados se alojan con un tripulante, que usa la cama de abajo para acudir más rápido a su puesto de trabajo.

La cocina la manejan la francesa Laurence Nicoud y el indio Walter Rodrigues. La comida es riquísima y la cocinera dice que su trabajo es muy importante, porque “la tripulación realiza tareas muy duras y dos veces al día quiere comer bien”. Ella hace ocho platos diferentes (incluyendo entradas, ensaladas y postres) por la mañana, que se sirven al mediodía. Por la noche se come lo mismo.

Los tripulantes tienen un gimnasio para ejercitarse. Allí se puede ver por la noche a la segunda oficial finlandesa Karin Bjork pedaleando durante una hora, levantando pesas y haciendo remo. Si uno se levanta temprano, también puede espiar al fotógrafo y videasta brasileño Fabio Ramos Nascimento meditando en una colchoneta.

Ramos Nascimento estuvo en el Amazonas y en Somalía, cubriendo algunas situaciones terribles. Dice que la meditación lo ayuda a sacarse imágenes horribles de la cabeza. Por suerte, su próximo proyecto tiene que ver con mariposas. (Víctor Pombinho Soares – LA NACION)

02/02/2018

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